En la infancia jugaba a presentir la llegada del tren con
el oído pegado a la vía.Una vibración oculta en los raíles lo anunciaba y el
corazón me alertaba del peligro palpitando más fuerte. La llegada del tren era una
jubilosa celebración. ¡ Qué alegría me producía el temblor de la tierra a su
paso ,el viento que jugaba con mi falda y enredaba mi pelo, el chorro de humo
negro, el silbido al entrar en la estación y el chirriar de las ruedas en los
raíles.
Hoy, con muchos años más, juego -¿o no es un juego?- a
presentir tu llegada con el oído y la vista atentos a la vibración del cristal
de mi ventana. Como entonces, siento que se me acelera el corazón, que me
quiere decir algo, que me alerta de un
peligro… mas no es el peligro de tu llegada sino el peligro de que tal vez no
vengas.
Despliego todos mis sentidos buscando el rumor de tu
llegada, pero será que he perdido agudeza auditiva -¡la edad!- y ahora no sé si
vienes o te vas.
10 de junio,013
Foto tomada de Internet
Foto tomada de Internet
Me parece muy bueno el paralelismo entre las dos esperas.Inocente alegría en la infancia;angustiosa impaciencia e incertidumbre en el adulto. La espera se llena de dudas porque el ser humano es más imprevisible que el tren.
ResponderEliminarSaludos.
¡Desde luego que sí! Muy buen comentario.
ResponderEliminarGracias. Me gusta tu forma de comentar.
Saludos.
¡Qué evocador comienzo!. Una excelente descripción de las emociones infantiles; hay movimiento en todo el párrafo, júbilo, añoranza...Y luego se torna inquietud ante la espera de alguien que se desea tener cerca, pero que no parece que sea posible.Describes muy bien esa sensación de incertidumbre que crea la espera incierta.
ResponderEliminarHa sido una lectura muy agradable. Mi felicitación.
También tu comentario es agradable. Gracias.
EliminarVeo que no es la primera vez que te detienes en mi blog. Me alegro y agradezco que seas reincidente.
Saludos