Siento tu avance entre las intrincadas rocas que con audacia esquivas; te cuelas por
rendijas, te abres en meandros diversos, como brazos que van dejando tus caricias a su paso.
No te detienes; sigues tu curso accidentado, constante, sin
rendirte, hasta llegar al mar y allí mezclar tu dulzura en la salitre y tus juegos con los
cantos rodados en la orilla.
...Y al mirarme en tus aguas
he visto tu sonrisa
palpitando en el fondo
Palpitas y sonríes a pesar del angosto cauce que te somete a desafíos. Y, aún así,tu agua no se enturbia , ni se estanca y tu voz no cesa de cantar.
Bebo de ella invocando a las
dríades para que te protejan. Tienes el sabor puro de los pequeños arroyos de
montaña y, mientras tus aguas sean transparentes, tendrás el cielo en ellas ,
vendré a tu orilla y, al contemplarte, dejaré mi imagen descansando en tu
lecho.
Me extraña que esta prosa no tenga comentarios, pues para mí viene a ser una metáfora del curso de la vida personal, en su recorrido angosto, sus dificultades, etc. y el esfuerzo de mantenerse limpia.
ResponderEliminarPuede que solo te refieras a un arroyo, pero yo lo percibo como el fluir de la vida y eso me hace considear esta prosa digna de mención.
Saludos.
Disculpa,Inés. Repasando el blog,veo que no respondí a tu acertado comentario. La Naturaleza, y concretamente este arroyo,puede tomarse como metáfora del discurrir de la vida.
EliminarMuchas gracias por acompañar esta prosa.
Saludos