La
felicidad del instinto
Él,
de cuerpo robusto y brillante pelo negro; ella, algo más delgada y pelo caoba,
retozaban en el césped.
Eran
jóvenes y alegres. Juntaban sus bocas, se lamían y, por qué no decirlo,
también había actos más obscenos.
Algunos curiosos se detuvieron a mirar esos juegos –impúdicos a sus ojos-, pero
tan naturales para ambos que, ajenos a las miradas, seguían entregados el uno al otro.
Se
oyó un silbato; nada cambió sobre el césped.
Sonó por segunda vez el silbato y una voz lejana. Él se levanto y fue
corriendo, jadeando de feliz agotamiento, hacia su amo.
Octubre, 011
Un buen microrrelato.Mantienes hasta el final el equívoco de los protagonistas.Al comienzo creí que se trataba de una joven parejita enamorada de esas que se echan sobre el césped en plena ciudad.El silbato lo asocié con algún guarda que llamaba la atención y, al final, me reí con ganas.
ResponderEliminarSaludos.
Me gusta detenerme a observar los perros cuando juegan entre ellos y, si son varios, es muy divertido verlo. Eso es lo que me inspiró este microrrelato.
ResponderEliminarGracias por tu paseo por mi blog.
Saludos.